sábado, 20 de julio de 2013

Tanto mag

Recorda que la màgia existeix dins del teu cor, tant de bo un pogues ficar tots els miaus. Hola em dic Iris Olea i actualmen estic grabant una pelicula. Haig de fer com que escric, tot i que no tinc ni idea. Ara haog de  Hla dk llavors Vaig miau miau miau miau . Pero no sabria dirt-e si això es el que haig de fer, fer-me la interessant com si no m'importés. Hola hola vecinito, vamos a hacer una rutita por la montañita i tals ja

jueves, 11 de julio de 2013

Teseracto

Xavi estaba sentado en un muro. Justo enfrente, al otro lado de la calle, estaba el portal de su casa. Bernat lo encontró cabizbajo.
Después de saludarse, le preguntó si le pasaba algo.
— Es que te veo apagado – se explicó.
— Realmente no sé por qué estoy aquí, he quedado con Jaume y llego tarde ya.
— ¿Qué te pasa? Dime.
— Yolanda me ha dejado.
— ¿Y eso por qué?
— No me ha dicho nada claro, la verdad.
— ¿Y entonces?
Hubo una pausa, Xavi no sabía responder, estaba claro que el futuro se presentaba como una incógnita angustiante.
Bernat prometió ayudar, tenía una cierta ansia de vivir una aventura y esta parecía la oportunidad concreta perfecta. Xavi no lo detuvo, de algún modo, aunque con un aura de pesimismo, había depositado en él sus esperanzas de una solución.
El encuentro entre los amigos fue breve, cada uno partió en dirección opuesta al otro.
Xavi fue a ver a Jaume, entró en su casa y luego en su habitación, donde moraba la mayor parte del tiempo, frente a la pantalla de su ordenador.
A toda palabra de Xavi, el otro respondía con monosílabos o incluso con gruñidos. No le gustaba hablar demasiado. Tampoco pareció sorprenderse de la ruptura tal cual se lo contó Xavi.
— Y me dijo algo así como que debíamos seguir por nuestra propia cuenta porque ella no sentía por mí la dependencia que yo sentía por ella. Dependencia. Es decir, que estaba conmigo pero no quería cuidar de mí como yo lo hacía con ella. Aunque realmente creo que lo que buscaba era que yo la agobiara menos. Pero me lo podría haber dicho, habría cambiado, no habría estado tan encima de ella si eso era lo que quería… — Xavi hablaba empleando un pasado absolutamente inamovible sin darse cuenta.
Luego de desahogarse, se fue.
Poco rato después llegó Bernat a casa de Jaume, entró en la habitación y se sentó en la cama.
— Vengo de casa de Yolanda, he estado ahí para hablar con ella, pero nadie me ha abierto. Ella y Xavi lo han dejado, y quería hablar con ella y saber qué motivos tenía, le dije a Xavi que intentaría ayudar. Bueno, pero que no he podido hablar con ella, no tendrás tú su número…
— No – El monosílabo quedó en el aire suspendido, hubo una pausa antes de que Bernat volviera a intentar hablar, le invadía un gran entusiasmo, no se sentía vencido en absoluto por el primer obstáculo que se había encontrado.
— ¿Y tú por qué crees que lo han dejado? Puede que no fuera aún una relación formalizada, pero llevaban ya un tiempo. Ella antes no duraba tanto con los tíos, y además Xavi se mostraba bastante optimista cuando se le preguntaba al respecto.
Jaume no dijo nada.
— ¿Me ayudarás a contactar con ella? Le dije a Xavi que lo ayudaría o que lo intentaría al menos. ¿Tienes el número de su amiga… Mónica?
— No.
— Antes hablabas bastante con ella, ¿no?
— No tengo su número, no sé, hablábamos más, pero no le intereso demasiado.
Una vez habían ido a casa de Mónica. Bernat decidió ir directamente, sin llamar. Era poco probable que tuviera tan poca suerte que no la encontrara, eso ya le había  pasado hoy.
Y sí, ella estaba. Le abrió y lo invitó a pasar.
— Sí que tiene mi número, creo… pero no te lo habrá dado porque le caigo mal – dijo Mónica al respecto de Jaume. Luego habló de la ruptura: — No sé realmente por qué lo habrá dejado, pero tampoco quiero meterme, ella es así de impulsiva a veces, muchas veces.
— ¿Me podrías dar su número a ver si puedo hablar con ella?
— Claro, pero ahora está en su casa, he hablado con ella hace nada.
— Vale, perfecto. ¡Muchas gracias!
Bernat se puso en marcha hacia casa de Yolanda. Ella estaba en su desordenada habitación, en pijama aún. No quiso levantarse cuando picaron antes. Pero luego lo hizo para desayunar. Antes de que Bernat llegara, sonó el teléfono, era Mónica.
— ¿Viene Bernat a que le explique por qué lo he dejado con Xavi? No pienso decirle nada. No. Tampoco me convencerá de nada, Xavi es todo tuyo, en serio.

“Y luego, al día siguiente, me encontré con Aida y con Joan. Hablamos un rato sobre ello porque yo estaba maldiciendo el día en que quise vivir una aventura de bondad. Y claro, con lo que ellos conocen a todos esos, entendí mejor lo que había pasado: nadie quería estar con el otro. Xavi quería a Yolanda, pero la muy zorra quería añadir a Jaume a su colección personal; Jaume estaba enamorado en secreto de Mónica (de ahí su supuesta hostilidad, una estúpida pose); pero a ella le interesaba Xavi por su bondad y su efusividad. Un puto problema sin solución”, le explicaba Bernat a Iris en el parque, con ese tono de voz que se suele usar cuando se intenta restarle importancia a un tema que nos ha incordiado sobremanera, una especie de ironía que denota nuestra real frustración. A la sombra de un árbol estaban. Esperaban a Aida y a Joan, habían quedado para pasar la tarde allí.
No tardaron demasiado en llegar, o quizá sí, pero el rato fue fácil de pasar, Iris y Bernat conseguían mantener buenas conversaciones sin demasiado esfuerzo. De hecho, ella empezó a observar que a él le costaba bastante poco explicar sus ideas una vez la barrera de la confianza había sido superada. Bernat hablaba con bastante soltura sobre la sociedad del momento, tenía una visión ciertamente pesimista, porque parecía sentirse obligado a formar parte de algo que no le hacía gracia. En sus propias palabras, no se puede huir de la sociedad, y es horrible pensar que no sólo tenemos que vivir con todas las atrocidades que cometemos a diario, sino que toda la crueldad inspira en parte nuestra forma de ver el mundo. Un optimista consumado, sin duda. Iris pensó que era una especie de pensador utópico frustrado, pero le pareció interesante las relaciones que establecía entre cualquier hecho y nuestro propio comportamiento, como por ejemplo la paupérrima capacidad de concentración que ella tenía, probablemente a causa de nunca jamás centrarse en ninguna actividad y pasar gran parte del día leyendo demasiadas páginas web a la vez mientras hacía trabajos para la universidad o mientras hablaba con amigos que no vería hasta el fin de semana. Incluso jugaba a la vez que estudiaba y escribía a la vez que se documentaba para trabajos de investigación y cocinaba.
Cuando llegaron los otros, se pusieron a jugar a cartas encima de una manta, como si se tratara de un picnic idílico, pero la manta no tenía cuadros rojos y blancos (ni tampoco había una cesta de mimbre con bocadillos) sino que era una vieja cortina granate bastante desteñida y con diversos agujeros producto de cigarrillos en manos poco cuidadosas. En un momento, cuando a Iris le quedaba bien poco para ganar la partida, se acercó una persona al grupo. Era un chico que quería fuego. Iris se lo dio y él agradeció sentidamente el préstamo, dijo que ya casi no quedaba gente que prestara cosas con lo caro que estaba todo. Cuando habló así de solemne Iris lo miró y reconoció entonces al chico que le había dejado el asiento en el tren. No estaba segura de si él la había reconocido a ella o no, pero ella no lo había olvidado. Bueno, tampoco había pasado tanto tiempo, una semana a lo sumo. Cosme, que así se llamaba, sonrió, pero tampoco hizo ningún signo de reconocimiento. Más adelante Iris supo que sí la había reconocido y que, pese a que había sido casualidad el que se encontraran por segunda vez (una casualidad más casual que la primera, puesto que la probabilidad era menor), él veía aquel momento como una especie de señal de un dios burlón, pero que nadie no podía dejar de aprovechar del todo. Pero en el momento nadie de los presentes podría haber dicho que se había aprovechado la ocasión para que algo extraordinario sucediera, porque no sucedió nada más que el viaje de un mechero de unas manos a otras y de vuelta a las primeras. El desconocido se fue e Iris ganó aquella partida.

Miau

Estoy escribiedo e un blog una historia que ni siquiera conozco pero miau miau maiau miau.
Grabadndododdodo amola hola holis siwjijiji sldkfjd. Aviso importante, par utilizar este equipo de forma segura mlea las instruccciones.
La coleccionista ver blo gentrada miau. Redactar html.
Tanto de bo tot en un pot pogues ficar miau miau miau. aunque miaurarmeu. Me siento observada por eso voll damm. Aunque sea miau. Oh oh oh  ajijijij.

Que haces, estaba escribiendo una historia. Miau miau guau. Umadkf .
No tinc pas ganes, tinc ganes, miau, mirall ordinador paraules aleatories. Tunait monto una party hard en mi casa, que no es mi casa, pero aqui si. Miaaaaaaaa, Nyanyanya.

La Celosía, de Robbe-Grillet

Leo y me acabo en un día La celosía (1957) de Robbe-Grillet. No es gran mérito, no alcanza a las 120 páginas, sin embargo, tampoco leo más de 40 al día normalmente (internet es otra cosa, su inmediatez destruye la atemporalidad de la literatura, en la red no se lee, se absorbe información).
Lo primero que me motiva a hacer esto es que Robbe-Grillet, junto a Burroughs, son de esos escritores hipnóticos (pocos entre los pocos) que además de atraparte con su estilo, te transmiten unas ganas de escribir y de llevar más allá cualquier tipo de enunciación teórica sobre la escritura tales que resulta difícil volver a la procrastinación habitual de las acciones; incluso resulta difícil concentrarse en esa información fácilmente absorbible, bombardeada, que se recibe ya sea vía oral o vía indirecta. Pero aún así, este no es un escrito que intente llevar más allá ningún tipo de teoría literaria, eso me lo guardo para mí, para otro momento, para otra extensión, para algo que se empieza a esbozar, abstracto y complejo, como una obra que alguna vez soñé: alguien que alguna vez escribió sobre X se precipita al vacío infinito – como si fuera una de las pesadillas clásicas – y grita: “¡Eeeequiiiiiis!”.
Lo segundo es que creo no haber leído jamás en internet a nadie hacer una crítica literaria desde el punto de vista de alguien que realmente ama la literatura. También reconozco que jamás he indagado tan a fondo en ese mundo como sí lo hice en el del cine (y la búsqueda de gente que realmente profundizara en lo artístico del propio cine se me hizo ardua, pero fructífera al final), quizá porque siempre llevé la literatura más de la mano, teorizar sobre un arte se hace más sencillo cuando este arte se practica y en mi infancia, de nevera vacía salvo por el litro de leche y la manteca, hubiérame sido imposible entender el mecanismo cinematográfico. Sin importarme realmente si hay o no más gente haciendo comentarios con real importancia sobre la literatura (entiéndase: escribir para escritores o lectores, no para consumidores), pretendo acercarme a esta postura porque no puedo concebir hablar sobre arte de ninguna otra forma, no más.
He escogido un libro que no es especialmente bueno para ello, puesto que no debe haber más de dos ediciones de él y datarán de la década de los 70. Sin embargo, quizá no sea especialmente importante cuál es el libro, ni su contenido – especialmente poco importante será el tema –, si consigo hacer correctamente lo que me propongo. Allá vamos.
En la primera reflexión, lo que salta a la vista es que para Robbe-Grillet lo importante es el mundo humano, su minuciosa descripción intenta objetivarse a sí misma, quedarse en lo empírico, en lo observable sin que pueda ser matizado, en la contemplación sin indagación, por así decirlo. Como si se contemplara un paisaje. Sin embargo, la diferencia con la contemplación de la naturaleza es evidente, él la hace también evidente (el discurso estilístico se funde con el discurso temático, y no sólo en esta ocasión, como haré notar más adelante):
Probablemente hay varias clases de animales. Pero todos esos gritos [los de los animales] se parecen; no porque tengan un carácter común fácil de precisar, sino más bien se diría que por una común carencia de carácter: no parecen ser ni gritos de miedo, ni de dolor, ni de amenaza, ni de amor. Son como gritos maquinales, emitidos sin razón visible, que no expresan nada y que únicamente señalan la existencia, la posición y los respectivos cambios de sitio de cada animal, cuyo trayecto en la noche jalonan.
Ergo sólo el acto humano puede ser objeto de simbolismo. Esto es una gran reivindicación, un atentado a la poesía del siglo XIX sin duda: porque ellos jamás encontraron en la naturaleza un símbolo sin darle a esta carácter humano.
Pero extendiendo esta máxima es como llegamos a lo realmente escabroso: si el acto humano es siempre simbólico, tampoco la narración, incluso en la mayor pretendida objetividad (descripciones geométricas, minuciosas, que detienen el tiempo), escapa a este valor. Porque todo lo superficial no es más que una cubierta bastante endeble, podemos entender lo que hay de fondo. Cuando la narración elimina adrede el fondo, se hace más evidente lo fina que es la capa superficial, lo pesados que son todos los mínimos detalles para el alma humana, contempladora y simbólica por naturaleza.
En la descripción nacen detalles que no se narran en la impersonal historia. No hablaré aún de la fusión entre la primera y la tercera persona que representa el narrador, sino de algunos sencillos detalles que nos brindan las descripciones. Por ejemplo: la antigüedad de la casa contrasta con la situación (una pareja que establece relación con sus vecinos desde hace bien poco tiempo), lo que indica que son, probablemente recién llegados. Esto se confirma cuando ella expresa su deseo de pintar la balaustrada. Otro ejemplo, con un tinte totalmente emocional: después de que ella declare más de una vez que las lámparas atraen los insectos (la oscuridad que proporciona la noche sin luz artificial es perfecto terreno para la ambigüedad), nos encontramos con este párrafo:
La lámpara, indudablemente atrae a los mosquitos; pero los lleva hacia su propia luz. Basta pues con colocarla a cierta distancia para no ser incomodado por ellos ni por otros insectos.
Cuando la descripción objetiva comienza a resaltar la mentira de lo que también se ha narrado objetivamente (en este caso, un diálogo anterior), ya asume connotaciones. Pero incluso cuando se trata de una simple observación meramente descriptiva, las propias palabras son connotativas según su semántica: no es lo mismo enunciar que el supuesto amante come quizá demasiado rápido, un poco compulsivamente, aunque con destreza y corrección, que narrar esto:
La mano derecha coge el pan y se lo lleva a la boca, la mano derecha deja el pan sobre el mantel blanco y agarra el cuchillo, la mano izquierda toma el tenedor, el tenedor se clava en la carne, el cuchillo corta un pedazo de carne, la mano derecha deja el cuchillo sobre el mantel, la mano izquierda coloca el tenedor en la mano derecha, la cual ensarta el pedazo de carne, que se aproxima a la boca, que empieza a masticar con movimientos de contracción y de extensión que se reflejan en todo el rostro, hasta los pómulos, los ojos y las orejas, mientras la mano derecha toma de nuevo el tenedor para ponerlo en la mano izquierda, luego toma el pan, luego el cuchillo, luego el tenedor…
Se trata de un narrador que está allí presente, en la historia, pues es muy importante su existencia. Sin embargo, su personalidad no tiene importancia, de hecho, su intención es escindirse de esta en el mayor grado posible (que no es completo, claro está). La tercera persona, los rodeos a la hora de referirse a sus propias líneas de diálogo, lo convierten en un observador, en ojos y oídos, en una cámara cinematográfica. Precisamente llama la atención que nunca intentara, por lo que he visto yo, al menos, nada similar en su cine.
Esta fusión no sólo nos permite reflexionar al respecto de nuestra propia capacidad de acceso a la realidad a través de la comunicación, es decir: del símbolo (imagen mental o palabra escrita, tanto da cómo queramos definirla ahora mismo); sino que nos hace ver que nuestra propia memoria es un símbolo constante (lo que arroja alguna luz sobre la justificación de tan enmarañada estructura narrativa, que sugiere en algún instante una cierta tendencia al ad libitum). Una frase tan banal como todo empieza un día u otro(que me permitiría a mí declararme crítico literario, por ejemplo, mientras sonrío entre irónico, snob -dada mi cita procedente de un recoveco recóndito de la cultura más intelectualoide -, prepotente y motivado) parece, tras cada repetición, adquirir un nivel simbólico más acongojante. Del mismo modo, la simple anécdota del ciempiés va adquiriendo un significado más profundo tras cada repetición: de ser una sencilla evidencia de contraste entre los dos hombres, pasa a ser un símbolo de la sustitución del marido por el amante y finalmente sirve de nexo, a través de un simple detalle, para unir la culminación de este hecho: la supuesta relación sexual adúltera, la derrota definitiva del narrador, su destrucción espiritual. Todo esto nos lleva a cuestionar la verdadera importancia de nuestros recuerdos, de nuestras percepciones. No son más que imágenes, y por un simple efecto Kuleshov las asociamos a la corriente mental del argumento, no importa su descontextualización si con ella conseguimos extraer nuevas ideas, nuevas conexiones, empujando nuestra esfera de humanidad (de cultura, de ideas, de argumentos, de pensamientos, de emociones) más allá aún. O quizá sí que importe, y sea una atrocidad, que nos muestra sencillamente cuán falsa es nuestra capacidad de descifrar: ¿descrifrar qué?
El símbolo está presente en muchos elementos, no sólo en la descripción (que consigue controlar a placer el tiempo mejor que cualquier otra técnica), la propia actitud objetiva del narrador no deja escapar la oportunidad de dar a Robbe-Grillet su visión de la literatura, como si de un manifiesto se tratase. La primera parte, camuflada en la conversación de un libro que no conocemos (o quizá sí, en parte):
Nunca han emitido sobre la novela el menor juicio de valor; en cambio, han hablado de los lugares, de los acontecimientos y de los personajes como si se tratara de cosas reales: un sitio del que se acordasen (por ejemplo, África), personas que hubiesen conocido o cuyas historias les hubieran sido contadas. Las discusiones, entre ellos, jamás les han llevado a poner en duda la verosimilitud, la coherencia ni ninguna cualidad del relato. En cambio, es frecuente que echen en cara a los personajes algunos actos o algunos rasgos de carácter, ni más ni menos que si se tratase de amigos comunes.
Está claro que Robbe-Grillet se opone a esto, en esta descripción en apariencia objetiva no disimula en absoluto su descontento: poner en duda la verosimilitud es algo que le atrae. De eso se trata la descripción superficial: recrearse en la ambigüedad del símbolo. Prueba de ello es la repetición de los momentos más simbólicos (el ciempiés, el regreso con retraso de la ciudad, la situación a la hora de cenar, la situación en la terraza, la forma de servir de ella en la oscuridad, obligar al narrador a traer el hielo, ella escribiendo la carta, los indígenas en aquel lugar que puede verse desde la ventana), descritos desde distintos ángulos, frenando el tiempo en distintos instantes, probando distintas combinaciones mentales de unos y otros; en comparación con los momentos explícitos (el sexo, la muerte, los anillos, la declaración sobre el negro que ella hace), mencionados en párrafos cortos, mesurados y con cierto aislamiento de los párrafos colindantes.
Y la segunda parte de su manifiesto nace de una canción de un  sirviente indígena:
Dado el carácter especial de este tipo de melodías, es difícil determinar si el canto se ha interrumpido por una razón fortuita – en relación, por ejemplo, con el trabajo manual que el cantor debe ejecutar simultáneamente – o bien si naturalmente acababa ahí.
Además, cuando recomienza, lo hace también de modo repentino y abrupto, con unas notas que apenas parecen constituir ni un principio ni una repetición.
En otros puntos, contrariamente , algo parece estar concluyendo; todo lo indica: un progresivo decrecer, el recobramiento de la serenidad o el sentimiento de que ya no queda nada que decir; pero después de la nota que debería ser la última, sigue otra, sin la menor solución de continuidad, con la misma soltura, y luego otra y otras a continuación, y el oyente se cree transportado al corazón de poema… cuando de pronto, sin aviso, todo cesa.
El paralelismo con su estructura es evidente. Ambigua, llena de repeticiones, variaciones sobre un mismo tema, combinaciones, distintos detalles. Al completo es más un poema que una narración (en tanto que el tema es per se y no un tema-argumento-género), se trata de una reivindicación también de lo fundamental del arte, al autor le atrae esa estructura, le parece más verdadera, más primigenia, cercana a lo más profundo de la mente, eso que ha quedado recóndito entre innumerables capas de apariencia y comportamientos consensuados (en definitiva: mentiras, que con (o gracias a) el estilo de Robbe-Grillet se hace patente que no han conseguido su cometido - el de reprimir la verdad irracional -  en absoluto). Pero en las numerosas veces en que se vuelve a este motivo (la canción indígena se oye más de una vez relacionada a distintos momentos) se resalta también la subjetividad de la descripción: es imposible aproximarse a algo de tal calibre sin recaer en las únicas palabras que rozan la poesía más clásica, alejada de la minuciosa descripción pretendidamente objetiva, que apela a la lógica y a la geometría.
Queda por entrar en aspectos sobre el tratamiento espacial y su relación con la imagen cinematográfica que desarrollará (un medio mucho más propicio). Sin embargo, estos aspectos tienen una clara función: servir de soporte para todo elemento descriptivo, sea la aproximación minuciosa a la imagen (por cierto, muchas veces se trata de descripciones enmarcadas: ventanas, calendarios, fotografías) o la contextualización espacial de la acción, como herramienta para situar a un personaje que intenta no dar nota de su personalidad o actitud más allá de constar su existencia (tres vasos, menciones al campo de visión desde cierto punto, etc.). Por ello, quizá porque sólo he leído un libro de este autor, preferiría no lanzar juicios profundos sobre este punto.
A partir de esta divagación sobre su estilo, sólo me queda relacionarlo con Burroughs, alguien a quien antes me referí como el otro máximo exponente de una motivación para el escritor. Burroughs dijo en algún sitio, creo recordar aunque no consigo encontrar en el mar web dónde, que Robbe-Grillet era el mejor escritor europeo contemporáneo. Y sin duda su influencia es inequívoca: no sólo una frase en un cut-up de los muchos (y probablemente excesivamente interminables) de Nova Express, sino que en el momento en que depura su prosa (a partir de Blade Runner: a movie) las repeticiones simbólicas de líneas de texto, de situaciones, las descripciones superficiales de las acciones o minuciosas del espacio y el control sobre el devenir temporal los relacionan claramente. Esto es precisamente lo que atrae al escritor: si Burroughs consiguió sintetizarlo, en parte al menos, y llevarlo más lejos, fusionándolo con su propio estilo, uno mismo se siente impulsado a hacerlo hasta un más allá indeterminado.

martes, 9 de abril de 2013

Pinturas de Van Gogh

Lorem ipsum ad his scripta blandit partiendo, eum fastidii accumsan euripidis in, eum liber hendrerit an. Qui ut wisi vocibus suscipiantur, quo dicit ridens inciderint id. Quo mundi lobortis reformidans eu, legimus senserit definiebas an eos. Eu sit tincidunt incorrupte definitionem, vis mutat affert percipit cu, eirmod consectetuer signiferumque eu per. In usu latine equidem dolores.

 Quo no falli viris intellegam, ut fugit veritus placerat per. Ius id vidit volumus mandamus, vide veritus democritum te nec, ei eos debet libris consulatu. No mei ferri graeco dicunt, ad cum veri accommodare. Sed at malis omnesque delicata, usu et iusto zzril meliore. Dicunt maiorum eloquentiam cum cu, sit summo dolor essent te. Ne quodsi nusquam legendos has, ea dicit voluptua eloquentiam pro, ad sit quas qualisque. Eos vocibus deserunt quaestio ei. Blandit incorrupte quaerendum in quo, nibh impedit id vis, vel no nullam semper audiam. Ei populo graeci consulatu mei, has ea stet modus phaedrum. Inani oblique ne has, duo et veritus detraxit. Tota ludus oratio ea mel, offendit persequeris ei vim. Eos dicat oratio partem ut, id cum ignota senserit intellegat. Sit inani ubique graecis ad, quando graecis liberavisse et cum, dicit option eruditi at duo. Homero salutatus suscipiantur eum id, tamquam voluptaria expetendis ad sed, nobis feugiat similique usu ex. Eum hinc argumentum te, no sit percipit adversarium, ne qui feugiat persecuti. Odio omnes scripserit ad est, ut vidit lorem maiestatis his, putent mandamus gloriatur ne pro. 
Oratio iriure rationibus ne his, ad est corrumpit splendide. Ad duo appareat moderatius, ei falli tollit denique eos. Dicant evertitur mei in, ne his deserunt perpetua sententiae, ea sea omnes similique vituperatoribus. Ex mel errem intellegebat comprehensam, vel ad tantas antiopam delicatissimi, tota ferri affert eu nec. Legere expetenda pertinacia ne pro, et pro impetus persius assueverit. Ea mei nullam facete, omnis oratio offendit ius cu. Doming takimata repudiandae usu an, mei dicant takimata id, pri eleifend inimicus euripidis at. His vero singulis ea, quem euripidis abhorreant mei ut, et populo iriure vix. Usu ludus affert voluptaria ei, vix ea error definitiones, movet fastidii signiferumque in qui. Vis prodesset adolescens adipiscing te, usu mazim perfecto recteque at, assum putant erroribus mea in. Vel facete imperdiet id, cum an libris luptatum perfecto, vel fabellas inciderint ut. Veri facete debitis ea vis, ut eos oratio erroribus. Sint facete perfecto no vel, vim id omnium insolens. Vel dolores perfecto pertinacia ut, te mel meis ullum dicam, eos assum facilis corpora in. Mea te unum viderer dolores, nostrum detracto nec in, vis no partem definiebas constituam. Dicant utinam philosophia has cu, hendrerit prodesset at nam, eos an bonorum dissentiet. Has ad placerat intellegam consectetuer, no adipisci mandamus senserit pro, torquatos similique percipitur est ex. Pro ex putant deleniti repudiare, vel an aperiam sensibus suavitate. Ad vel epicurei convenire, ea soluta aliquid deserunt ius, pri in errem putant feugiat. Sed iusto nihil populo an, ex pro novum homero cotidieque.
 Te utamur civibus eleifend qui, nam ei brute doming concludaturque, modo aliquam facilisi nec no. Vidisse maiestatis constituam eu his, esse pertinacia intellegam ius cu. Eos ei odio veniam, eu sumo altera adipisci eam, mea audiam prodesset persequeris ea. Ad vitae dictas vituperata sed, eum posse labore postulant id. Te eligendi principes dignissim sit, te vel dicant officiis repudiandae. Id vel sensibus honestatis omittantur, vel cu nobis commune patrioque. In accusata definiebas qui, id tale malorum dolorem sed, solum clita phaedrum ne his. Eos mutat ullum forensibus ex, wisi perfecto urbanitas cu eam, no vis dicunt impetus. Assum novum in pri, vix an suavitate moderatius, id has reformidans referrentur. Elit inciderint omittantur duo ut, dicit democritum signiferumque eu est, ad suscipit delectus mandamus duo. An harum equidem maiestatis nec. At has veri feugait placerat, in semper offendit praesent his. Omnium impetus facilis sed at, ex viris tincidunt ius. Unum eirmod dignissim id quo. Sit te atomorum quaerendum neglegentur, his primis tamquam et. Eu quo quot veri alienum, ea eos nullam luptatum accusamus. Ea mel causae phaedrum reprimique, at vidisse dolores ocurreret nam.